Visibilidad trans y vida cotidiana, una perspectiva cotidiana

Visibilidad trans y vida cotidiana, una perspectiva cotidiana

Advertencias

Al igual que los textos anteriores que he publicado aquí, quisiera comenzar con algunas advertencias. El siguiente texto fue redactado por una mujer trans de veintiún años que actualmente está estudiando la carrera de Trabajo Social, una mujer que vive en las zonas altas de la Ciudad de México, en donde termina la ciudad y comienzan los cerros. 

El objetivo de este texto no es convertirse en algo impositivo, dado que la autora comenta, desde su experiencia, lo que percibe. Así mismo, los discursos aquí vertidos no pretenden representar a toda la población trans, ya que la autora cree fielmente que es fundamental que no tomemos la palabra de otras personas. Así, se reitera que el objetivo del texto es abonar a la diversidad de perspectivas en un ambiente de respeto y tolerancia.

El proceso de escritura de este texto se vio influido por un contexto marcado por tres sucesos: el primero es la conmemoración del 31M, Día de la Visibilidad Trans; el segundo es el inicio de la terapia de reafirmación de género de la autora; el tercero es un acto de violencia por razón de género que vivió ella en el Metro. En la estación Chabacano de la Línea 9, un hombre la piropeó y después le dió una nalgada. No había ningún policía cerca; a ella no le quedó más que empujarlo y perderlo. La autora detesta la idea de no poder usar los vagones exclusivos para mujeres por el temor de que alguna la saque; al mismo tiempo, teme usar los vagones mixtos por el miedo de que alguien la toque sin su consentimiento. A pesar de todo, se siente orgullosa de haberse defendido. Sin más, aquí el texto de “Visibilidad trans y vida cotidiana, una perspectiva comunitaria”.

Sobre el activismo y la incidencia política

Cuando pensamos en cambio social, probablemente se nos vengan a la cabeza grandes activistas y organizaciones que trabajan para posicionar nuestra agenda política y social. Tal vez pensemos en reformas a la constitución o la creación de leyes para atender a nuestra población. Cuando pensamos en cambio social, generalmente pensamos en algo lejano, como si lo social dependiera de unas cuantas personas que toman decisiones por todas las demás. Si bien, de forma esencial, eso podría implicarse en el ejercicio de la democracia indirecta, en el mundo de las relaciones sociales cotidianas todo se complejiza: no podemos culpar a una sola persona por las dinámicas sociales que nos desfavorecen, ya que todas las personas estamos inmersas en este tejido. Considero muy importante abandonar la idea la incidencia política (entendida como un proceso estructurado de acciones y estrategias para influir en la toma de decisiones políticas en nuestro país, estado o localidad) como la única vía para lograr cambio social, ya que, si bien es un acto de suma importancia para modificar y adaptar la estructura jurídica de las naciones, esto no forzosamente cambia las dinámicas cotidianas.

En el 2011, en México se promulgó la Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación, en el contexto de la reforma constitucional en materia de Derechos Humanos, después de un largo proceso de organizaciones que promovieron el proceso de incidencia. Sin embargo, y sin afán de desvalorizar el trabajo, lo cierto es que, aunque ahora existen mecanismos para denunciar la discriminación en México, aún vivimos un contexto en el que grupos específicos de personas siguen siendo blanco de actos discriminatorios que lesionan su dignidad y su calidad de vida. Probablemente los actos de discriminación se han reducido, pero todavía estamos lejos de convertirnos en una sociedad incluyente.

El trabajo comunitario, formas de incidir en la vida cotidiana

La pregunta sigue siendo la misma: ¿Cómo podemos colaborar desde nuestras cotidianidades para llegar al cambio que queremos? Una respuesta que podría funcionar, en la experiencia de la autora, es el trabajo comunitario, ya que esta serie de acciones y estrategias implican trastocar las realidades de quienes enfrentan en carne propia las problemáticas sociales. Con el trabajo comunitario se teje una conjunción de las cotidianidades de quienes pretenden acompañar y de quienes permiten ser acompañados. Además, es otra forma indirecta de incidir en el sistema, pues hay ocasiones en que el trabajo comunitario se convierte en un proceso de incidencia política, con la diferencia de que no espera que los cambios en la ley se reflejen en la realidad; son los cambios en las realidades los que motivan cambios en la estructura jurídica.

El trabajo comunitario puede tomar múltiples formas. Va desde acciones aparentemente sencillas, como el acompañamiento (entendido como el acto de estar en contacto con la otredad y apoyar), hasta estrategias planeadas con múltiples actividades. Incluso existen metodologías para que grupos organizados e individuos incidan en la comunidad en que se desarrollan, aunque una de las razones por las que podrían ser consideradas no tan positivas es que los cambios no son instantáneos, sino que ameritan invertir un gran tiempo. En forma simplificada, el trabajo comunitario implica relacionarse con las personas una a una para invitarlas a reflexionar, a soñar con lo que quieren, para que eso se convierta en el motor que les haga ser protagonistas del cambio que desean construir. No es una tarea fácil, pero sólo así se trastoca la cotidianidad, la cual la autora entiende como el tejido de circunstancias que rodean la forma en que se viven las personas. Sólo así se van reconstruyendo las estructuras sociales y culturales que moldean esta cotidianidad.

La visibilidad: una alternativa de trabajo comunitario

Como la autora comentaba, podemos observar el trabajo comunitario como una serie de actividades organizadas que constituyen una estrategia planeada y fundada en el conocimiento de las ciencias sociales. Estos procesos son diseñados y aplicados por quienes tienen experiencia en la incidencia comunitaria y conocen las formas de construir estratégias. Sin embargo, también existe otra forma de hacer trabajo comunitario; también existen formas de implicarnos que no ameritan requisitos profesionales.

Un ejemplo claro es la visibilidad. Cuando las personas trans decidimos amorosamente aceptarnos como somos, compartir con los demás nuestra decisión y transicionar, así también incidimos en los espacios en que nos desarrollamos. Ninguna de estas decisiones es algo sencillo de hacer, por eso, cuando lo hacemos de forma visible, mostramos a quienes nos rodean nuestra desobediencia a las estructuras, mostrando a las demás personas que sí existen otras formas de existir. Cabe aclarar que esto no significa que todas las personas deban hacerlo, ya que ningún contexto puede ser generalizado y existen comunidades con un profundo arraigo a las estructuras dominantes, en donde sigue siendo casi imposible vivirse de forma diferente a la preestablecida; por ejemplo, lugares en donde la tradición es más importante que el bienestar de una persona trans. Lo que la autora quiere resaltar es que son esas cosas, que a veces son observadas como pequeñas o incluso son desapercibidas, las que van haciendo que las estructuras sociales y culturales, que están preestablecidas y se consideran intocables, sean cuestionadas.

El cuestionamiento es el primer paso para cambiarlo todo, para mostrar a quienes creen que las estructuras que les moldearon son la única forma de vida posible, que existen otras formas de ser y existir; es abrirles una ventana para que reflexionen sobre lo que no les es cómodo de las estructuras sociales y culturales. Cuando las personas han nacido y se han formado en una serie de estructuras sociales y culturales, estas supuestas realidades les moldean y se convierten en su verdad absoluta, por ejemplo, la idea de que ser cisgenero es la única forma de existir. Por eso, ser visible y vivir fuera de las estructuras es una invitación a cuestionar todo, a soñar con un mundo en dónde quepamos mejor. En este momento cabe aclarar que crear una vida disidente a las estructuras sociales y culturales no forzosamente significa ser visibles. Ser visibles es apropiarse de los espacios en donde cada quien existe y señalar los retos que se enfrentan por ser diferente.

Así, a parecer de la autora, todas las personas que somos visibles, que decidimos cuestionar poco o mucho las estructuras sociales y culturales con nuestras propias vidas, aportamos para que las demás personas cuestionen lo que consideran absoluto. Por eso es importante que, cuando la sociedad cuestione el aporte que hacen las personas al cambio que se busca siendo visibles en sus vidas cotidianas, quienes son sensibles a la situación la puedan dignificar no menospreciando las pequeñas luchas que se emprenden día a día, como la elección del nombre, el salir del clóset una y otra vez o denunciar la violencia cotidiana, ya que estas acciones, por invisibilizadas que sean, aportan a la construcción de algo más grande. Ya que parecería que en el mundo en que vivimos, las estructuras sociales y culturales y el sistema económico están diseñados para oprimir a todo aquel que desafíe lo preestablecido, el sueño sigue siendo lograr un mundo en donde quepamos todas, todes y todos; como describe el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).