Baile Lencho, huapangueo sáfico, la felicidad y el baile como resistencia

Baile Lencho, huapangueo sáfico, la felicidad y el baile como resistencia
Querida Issa Téllez:
El huapango es una forma de hacer mundo con la que creciste, pero que, a la vez, estaba negada para ti, para tus amores. Tú encontraste una forma de hacerla tuya, de volverla resistencia. Gracias por recordarnos que somos capaces de hacernos del mundo.

Pensamientos y sensaciones de Scar Osnaya

Aprendí a bailar con mi abuelo, en el patio de la casa, con las salsas y sones que sonaban en fiestas. Pienso que por eso me atrapó tanto el performance de Issa Tellez; su abuelo también reunía a las personas con el baile. Lencho, como le llamaban, organizó huapangos en su terreno hasta que, a consecuencia de la violencia que se vive en Valle Hidalgo, Nuevo León, ya no pudo hacerlos más. Issa Téllez convocó un baile en ese mismo terreno, donde ahora las lenchas, los amores sáficos, se apropiaron de las canciones con sus cuerpos y su baile.

Ella no creció en el rancho; al regresar a él, se encuentra con cuestionamientos similares a los que Élisabeth Roudinesco le plantea a Derrida en una entrevista publicada con el nombre “Escoger tu Herencia”, una propuesta de cómo repensar aquello que nos fue dado, serle fiel a nuestra herencia siéndole infiel, es decir, no recibirla literalmente, sino pescarla en falta, captar su momento dogmático (Derrida y Roudinesco, 2003, p. 2). Issa retoma los huapangos (su herencia) como una manera de juntarnos, hacernos visibles y, con ello, demostrar que ser felices, bailar y cantar, también es resistir.

Convoca al huapango lencho en un juego de palabras donde, por un lado, nombra a su abuelo (la herencia) y por otro, nombra a las/les asistentes del baile, lenchitudes que bailan canciones como “Flor de Capomo” “No hay novedad” y “Mi cómplice”. Antes de cada canción, Issa Tellez cuenta cómo se relaciona con su historia amorosa y desde qué lugares esas letras escritas bajo la heteronorma tienen un sentido distinto al ser escuchadas por las personas cuir. Ese encuentro reúne historias donde las canciones inspiradas en experiencias hetero-cis relatan, durante ese momento de baile, otros amores, otros cuerpos y complicidades; historias de resistencia en lugares donde las vidas cuir suceden a escondidas.

Ella “acepta su herencia, la reactiva de otras formas y es así como la mantiene con vida” (Derrida y Roudinesco, 2003, p. 3), la transforma en resistencia escuchando esas canciones. Ahora nombran nuestros amores cuir las experiencias que antes habíamos tenido que ocultar, se cantan y se bailan. Issa, las y les asistentes se apropian de la música y de la tradición.

También hay otra razón por la que este performance me resonó tanto en el cuerpo, y es que hay una relación especial entre éste y aquella noche en la que mi amigue y yo compartimos la rabia en una cantina del centro de la Ciudad de México. Habíamos ido a actualizar sus datos para que elle fuera reconocide como no binarie legalmente, proceso para el cuál elle ya había ido varias veces a preguntar sobre el trámite y los documentos necesarios. Íbamos armades con nuestros celulares para poder grabar y hacer una pieza sobre los tránsitos que les cuir pasamos para obtener el reconocimiento del estado, pero ese día, no; mi amigue no lo logró.

Para aliviar las penas, fuimos por un caldo de camarón a la cantina donde por años acudí con mi abuelo y sus amigos hetero-cis a beber tequila y escuchar las salsas de la rocola. Sentades en esa mesa de 70 x 70, mi amigue y yo nos contamos esos secretos guardados sólo para los grandes amores. Hablamos de lo que nos dolía en ese momento, lo que nos daba miedo del futuro. Entre historias de amor, desamor, cerveza y mezcal, nos dió la noche, y decidimos atravesar el primer cuadro de la Ciudad de México para ir a bailar con las Dragas a Baby’s. Esa noche tiene un lugar especial en mis recuerdos, porque el dolor se convirtió en baile.

Hay algo muy importante que sucede cuando los cuerpos cuir se juntan a cantar y bailar. Jacques Rancière, en su texto “El malestar en la estética”, expone cómo es que no existe un “arte en general”, una sola conducta o sentimiento estético, puesto que construimos la percepción del arte (y del mundo) acorde a nuestras prácticas y nuestros imaginarios. (Rancière, 2012, p. 15). Es decir, nos vamos construyendo una forma de sentir, pensar y entender al mundo a través de nuestra experiencia íntima con él. Para la cosmogonía de Issa Téllez, una forma de hacer comunidad siempre fue el huapango, de la misma forma que para mí, une defeñe cuir de nacimiento, ir a zona rosa era la forma de convocar encuentros. 

Las narrativas e imaginarios sobre nuestras vidas habían sido dominadas por discursos necropolìticos: somos nosotres les sidodes, tortilleras, confundides, maricones, traidoras de género, quienes moriremos jóvenes, quienes en vida nos la pasaremos muy mal, porque “los gay sufren mucho”, porque nos la pasamos buscando sexo, porque, si nos besamos en la calle, puede que nos griten, correteen, que nos maten; y son sólamente en esas narrativas las que se nos permite leer en los medios. ¿Quién se imaginaría que este ser no binario, pansexual sí podía enamorarse?, y formar una familia, registrarla en el IMSS, compartir el crédito de una casa. ¿Quién hubiera pensado que las personas cuir iban a sobrevivir?, y aún más increíble, tener vidas felices.

De eso va la obra de Issa Tellez; de los amores, de lo que pasa cuando une baila “Pobre estúpida” mirando a los ojos a su amigue y, derrepente, todas las violencias que nos atraviesan a les cuirs ya no nos dan tanto miedo. Porque, al salir a bailar, recuperamos un territorio que siempre debió ser nuestro: el de la felicidad, el goce, la complicidad, el amor verdadero. Un amor que se nos ha obligado a esconder, porque nos quieren hacer creer que estamos soles.

Jacques Rancière escribe que el arte consiste en construir espacios y relaciones para reconfigurar material y simbólicamente el territorio de lo común (Rancière, 2012, p.31). Yo espero que, a alguna adolescencia (que ojalá hubiese sido la mía y en verdad espero que sea la tuya), el performance de Issa Téllez le haga soñar con invitar a su morrita a bailar, pegaditas; le anime a pedir un primer beso. Esa es la potencia que surge al juntarnos, al mostrar que hay otras historias, otros amores posibles. Esta pieza muestra que somos capaces de crear esos momentos, donde salimos a bailar aquello que “no fue hecho para nosotres” en esos espacios donde “no somos bienvenides” y pasárnosla increíble.

Para que estos encuentros existan, para que esta forma de hacer mundo tenga sentido, no basta solo la música, no basta sólo ir a bailar. Esta pieza cobra sentido por la mirada y los sentires de quienes participan en él (Rancière, 2012, p. 15), porque retoma un huapango como ese espacio de convivencia y goce hetero-cis para hacerlo suyo, mostrando que las experiencias cuir siempre encuentran un lugar, y que ya no estamos dispuestes a seguirnos ocultando.

Pongo el video del Huapango Lencho en la tele de nuestra casa y pienso en resistencia; pienso en todas las veces que he salido a bailar con Diega, en la primera vez que baile cerquita de una mujer, fantaseo con el primer baile de marido y maride que tendré con mi esposo el dia de nuestra boda y nos auguro un futuro distinto, uno que estamos haciendo mientras bailamos.

 Referencias

 Tellez, I.  (director) (2021, 23 de cotubre) Issa Téllez (MX) - Baile Lencho Huapango Sáfico [video en línea]. Youtube, Casa del Lago, UNAM. https://www.youtube.com/watch?v=AZbY-19F7tY 

Derrida, J. y Roudinesco, E. (2003). Y mañana, qué… (V. A. Goldstein, Trad.). Fondo de Cultura Económica.

Rancière, J. (2012). El malestar en la estética. Clave Intelectual.