La ilusión de comunidad
Cuando José descubrió que era gay, nunca se lo contó a su hermana, ni a sus padres, ni a sus amigos más cercanos, durante años, ocultó su orientación sexual. Incluso cuando comenzó a explorar su sexualidad con otros hombres, tendía a evitarlos, a no relacionarse en lo filial o afectivo con ellos.
Cuando Mar comenzó a fingir que no le importaba, comenzó a utilizar otra ropa, pintarse las uñas y expresarse como su cuerpo mejor le hacía sentir. En el interior sentía que su corazón explotaba de un amor que los demás nombraban de femenino. Su primer acercamiento a lo trans fue un par de años después, cuando una de sus parejas —un hombre gay— la empujó de la cama y la llamó vestida. Hoy Mar se identifica como persona no binarie.
Oriana vivió confundida por muchos años. Sus amigas lesbianas y un par de novios se lo recordaban seguido. “Es una etapa”, “a ti te gusta más conmigo”, “ellos no pueden hacer lo que tú con nosotras”. Cuando le contó a su papá que era bisexual, este le dijo que la aceptaba, pero que definiera pronto si se iba a juntar con una mujer o con un hombre, “para ver si le tenía que explicar a la familia”.
Todxs ellxs tienen algo en común: se sentían solxs. Otras personas LGBTTTIQ+ tendían a incomodarlxs y, sin embargo, su entorno inmediato siempre lxs determinó dentro de una categoría superior a su orientación sexual o identidad de género, como miembros de una “comunidad” LGBTTTIQ+ ¿acaso existe esta comunidad?
Cuestionamiento del término comunidad
Comunidad proviene del latín communitas, que destaca la cualidad de lo común y según el DRAE, significa que “pertenece o se extiende a varios”. Al hablar de comunidad, podemos imaginarnos al grupo social de la escuela con el que nos gusta estar, a la vecindad donde jugamos desde niñxs, a los espacios creados con personas que tienen gustos y características similares. Podemos pensar en este como un conjunto donde nos sentimos segurxs, donde saben nuestro nombre y quizá algunas cosas sobre nosotrxs. Las comunidades donde nos desempeñamos forman parte de un tejido social más grande y se caracteriza por ser lo inmediato.
En los medios, se tiende a catalogar a las personas de identidad de género u orientación sexual diversa como parte de la “comunidad LGBT+”, e incluso de la “comunidad gay”, resultando en un reduccionismo simplista. Se cree que lo queer cabe bajo una sola bandera —la del arcoíris— y además está dominada por el pacto patriarcal y falocéntrico pese a no ser heterosexual. Este mismo reduccionismo concibe una hipersexualización y por tanto solo a las relaciones románticas.
Existen amplios debates y autores (Moreno y Pichardo, 2006; McFarland, 2012) que identifican a lo queer como un término “paraguas” para cuestionar este “afán taxonomizador” de ponerle etiquetas a todos; sin embargo, reconocen que este tiende a ser sinónimo de la comunidad LGBTTTIQ+. Hoy definiremos a lo queer como una tarjeta de presentación que nos permitirá, a lo largo de este artículo, no tener que definirnos ni explicar por un momento a nadie nuestra orientación sexual, identidad de género o atracción romántica para poder cuestionarnos una realidad vigente: ¿toda persona queer es miembro de la denominada comunidad?
Deshaciendo el término comunidad
¿Qué componentes envuelven al término comunidad gay y, luego, a una comunidad LGBTTTIQ+? En primer lugar, la noción de que existe un opuesto a la misma. Partiendo de la normalidad “heterosexual”, lo “homosexual” comienza a distinguirse como una identidad separada del mismo. El reconocimiento de lo heterosexual como predominante, permite la clara distinción entre este y lo que de forma simple se resume como el “otro” gay, etiquetado como comunidad. Este modelo perpetúa la visión binarista del género: hombre-mujer, macho-hembra, masculino-femenino, heterosexual-homosexual, donde se da una jerarquización del primer elemento (hombre, macho, masculino, heterosexual) por encima del segundo (mujer, hembra, femenino, homosexual).
Los hombres gays tienen una predominancia dentro de lo queer, pues ejercen una relación de poder patriarcal por encima de todo lo que no entre en tal denominación (hombre cisgénero gay). Luque (2020 p. 93) define a las masculinidades gay como un “conjunto de relaciones sociales mediadas por la cultura y manifestadas a través de un deseo y placer que no responden a las necesidades del heteropatriarcado”; sin embargo, reconoce que “sí existe teoría ya desarrollada que posibilita entender cómo funcionan el patriarcado, machismo, heterosexismo, androcentrismo, capitalismo y homofobia en la constitución de los hombres gay” (2020, p. 140). Lo que es importante destacar, es que en la construcción de la masculinidad gay se identifica la predominancia de la G por encima de otras letras que terminan, en último término, por ser invisibilizadas.
La visibilización lésbica se convierte en un móvil importante para incluir a las mujeres con atracción sexual y romántica hacia otras mujeres, y luchas contra la predominancia patriarcal —aunque esta ya no es heterosexual—. Es así como la acción lésbica se reivindica ante la acción contra dicho heteropatriarcado y contra algunas interpretaciones de las masculinidades gay que a su vez son hegemónicas frente otras identidades sexuales.
Así mismo, los gays y las lesbianas podrán ejecutar un cuestionamiento a lo bisexual. Moreno y Pichardo (2006, 149) mencionan algo relevante:
La bisexualidad se convierte en una sexualidad aún más subalterna que la propia homosexualidad, despreciada por los heterosexuales que les considerarán unos depravados o depravadas; y los homosexuales les verán como unos gays o lesbianas que no han asumido o que no se atreven a asumir su verdadera identidad, es decir, su identidad de homosexuales.
En más de una ocasión, las personas gays o lesbianas recurrirán al pretexto bisexual para sobrevivir. Puesto que la sociedad y el entorno no es seguro para revelar una orientación sexual, el “soy bi” siempre será mucho mejor que acudir a una etiqueta “más fuerte”, como si este fuese un atenuante de nuestra rareza —al fin y al cabo, dentro de lo “bi” sigues teniendo atracción por el sexo opuesto, que es socialmente aceptado en el heteropatriarcado—. Sin embargo, cuando en el proceso de construcción de su identidad y en el establecimiento de vínculos sexo-afectivos no se respeta esta norma, lo bi termina siendo visto como una etapa de indefinición. Incluso en el ejercicio de sus derechos, la comunidad gay termina por no aceptar del todo a lo bi pues lo observa como un grupo indeciso.
¿Es concebible una comunidad donde los gays ocupen un papel predominante por el hecho de ser hombres? ¿Existe esa calidad de lo común en un espacio donde las orientaciones sexuales predominantes invisibilizan a otras como es el caso de la bisexualidad? Desde el punto de vista del autor, la invisibilización de las identidades bisexuales no solo tienden a ser violentas sino que está emparentada a la invisibilización y discriminación de lo heterosexual a lo gay. Pareciera que se replica el modelo de supervivencia del darwinismo social, que postula que los más fuertes (los más aceptados o acuerpados) tienden a predominar, mientras que los más débiles pierden fuerza y presencia.
¿Y qué podemos decir de lo denominado como trans? Las personas travestis, transgénero y transexuales son comúnmente excluídas y la distinción de su identidad o expresión de género es sujeto de acaloradas discusiones. Por ejemplo, una mujer transgénero no puede entrar a un baño público de hombres por ser una mujer, pero tampoco puede entrar a un baño de mujeres porque según el enfoque de las feministas radicales trans-excluyentes (con el acrónimo anglosajón de TERF). El ejemplo del baño podría ser algo simple, pero permite entrever que la discusión está al nivel de los mingitorios y tazas y no precisamente en el de la plena reivindicación de los derechos de las personas trans.
A este “excluyentismo” se suma la invisibilización desde los posicionamientos esencialistas del género, como la genitalidad. Los gays, lesbianas o bisexuales podrán señalar que “soy hombre y me gustan los hombres; soy mujer y me gustan las mujeres; soy hombre o mujer y me gustan los hombres y las mujeres”. Quienes no desean ejercitar su genitalidad, son discriminados por no cumplir con la norma: “nacer hombre o mujer, tener pene o vulva, utilizar esos genitales como se nos dicta de forma social”. La falta de sensibilidad respecto a cuestiones de género tienden a conductas transfobicas por personas queer, y tienden a cerrar las puertas a las otras formas de cuestionamiento del binarismo.
Las personas no binaries y género fluído son aún más invisibilizadas dentro de este esquema que ni los incluye en el debate, pues las estructuras sociales en las que nos vemos envueltos (como el patriarcado, la heterosexualidad o el binarismo) no conciben nociones que ya de por sí son periféricas dentro de la categorización del signo de más (+) dentro de lo LGBTTTIQ+.
La diversidad de lo queer es tan amplia que la intersexualidad, la asexualidad y muchas otras pueden quedar sin mención. El panorama y la alta gama de lo que puede incluir el término de comunidad o la concepción de lo queer está sujeto a la adaptabilidad y apertura a lo nuevo. El que las personas profundicen y cuestionen los conceptos de género, identidad de género, orientación sexual o atracción (o no atracción) romántica, permite reconocer la unicidad de cada forma de expresarlos al momento del ejercicio de la sexualidad en el más amplio sentido de la palabra. Al final, si se desea crear una comunidad LGBTTTIQ+, el no reconocer el lugar singular de cada uno es la primera barrera a romper.
José, Mar y Oriana se conocieron en la universidad y juntos hicieron una asociación estudiantil. Convocaron a nuevos estudiantes con experiencias similares y comenzaron a encontrar nuevas realidades a las cuales enfrentarse: si bien ellxs tres estaban conscientes de la diversidad existente en lo queer, se dieron cuenta de que existían compañerxs atravesadxs por otras realidades.
En una ocasión, conocieron a Lenin que, además de revelar ser una persona trans, no era mexicana y había sido expulsado de su casa por su identidad de género. A partir de esa noche, no pudo dormir en su casa y no tenía con quién quedarse. Compartió que cuando era un niño, su familia había abandonado Honduras por persecusión de las pandillas, y después de solicitar asilo en México, todos habían sido reconocidos como refugiados en México. No tenía ninguna red de apoyo.
Otro día, también conocieron a Xochitl, una joven universitaria que provenía de una comunidad indígena en Chiapas. Consiguió ingresar a la universidad y obtuvo una beca. Aún con todo, hizo grandes esfuerzos para convencer a sus padres que éste era el camino a seguir para ella y consiguió ser la primera mujer que no solo iniciaría la licenciatura, sino que salía de su entorno, acción reservada para los varones. En el tímido ejercicio de su libertad, se reconoció como mujer lesbiana.
Construyendo una comunidad
El género y la diversidad sexual también son interseccionales. Elementos como la etnia, nacionalidad, edad, grado de estudios y muchos otros, se envuelven en una realidad que para muchos sobrepasa las características de asociación para atender necesidades más elementales. En el caso de Lenin, su necesidad primaria era buscar un espacio de alojamiento. En el caso de Xochitl, quizá no tendría alguna necesidad inmediata y sin embargo, el ejercicio de su orientación sexual se podía limitar a solo cuando estuviera en la ciudad, pues posiblemente no podría regresar con su familia para contarles de su identidad.
Las características y necesidades que nos distinguen tienden a generar tensiones en los grupos, pues se parte desde la incomprensión o el desconocimiento ya que nadie nace sabiendo cómo atenderlas, llamarlas y reconocerlas. Para poder llamarse comunidad, es necesario realizar un ejercicio de construcción más que de simple taxonomía. No por ser gay, lesbiana o bisexual ya se pertenece a una comunidad. Esto es una realidad para muchas personas que se encuentran en la periferia del tejido social por otros procesos de integración que no han terminado, como suele ocurrir con los migrantes y las personas indígenas.
Al existir el ejercicio de poder ya explorado en la denominada comunidad LGBTTTIQ+, no se abre la posibilidad de incorporar otras identidades, y por tanto se termina por invisibilizarlas. La invisibilización es un proceso violento pues es la negación de la existencia de la otra persona, definida por su singularidad ante un conjunto ya de por sí heterogéneo. Las personas que además de esto buscan acceder al reconocimiento de otros derechos pueden también ser violentadas y excluidas pues cuentan con más diferencias a sumar.
Las comunidades se construyen, no se dan de forma inherente. El catalogar a todas las personas queer en un espacio común refuerza los ejercicios violentos del heteropatriarcado por definirse como diferentes a lo raro. Adicionalmente, las dinámicas de poder que se reflejan por la invisibilización desde las personas LGBTTIQ+ de mayor complejidad (como lo trans, lo no binario, lo asexual, lo arromántico, etc.), impiden que podamos construir un conjunto que no solo se distinga de lo heterosexual, sino que realmente le permita insertarse en el tejido social del que al final todos somos parte. Solo con un enfoque de interseccionalidad, respeto y un afán por sumar —más allá de un afán por poner etiquetas—, es lo que permitirá en algún futuro terminar la construcción de algo común: la comunidad pese a la diferencia.
Bibliografía
Luque, J. (2020). Entre la existencia y las resistencias: las masculinidades gays. Tesis de Maestría. Universidad Iberoamericana.
Moreno, A., Pichardo, J. (2006). Homonormatividad y existencia sexual. Amistades peligrosas entre género y sexualidad. AIBR. Revista de Antropología Iberoamericana, 1 (1): 143-156.
Vicerrectoría de Asuntos Estudiantiles y Comunitarios (2017). Características de la sexualidad humana [en línea]. Programa de Educación Sexual, CESOLAA - Universidad de Chile. Recuperado el 5 de mayo de 2022 de https://educacionsexual.uchile.cl/index.php/hablando-de-sexo/sexualidad-humana/caracteristicas-de-la-sexualidad-humana#:~:text=La%20Genitalidad%2C%20es%20la%20expresi%C3%B3n,la%20expresi%C3%B3n%20de%20la%20sexualidad.