Carta sin inspiración

Carta sin inspiración

Antes de compartir el texto que corresponde a este número he de hacer algunas advertencias. Recuerdo que hace unas semanas cuando comenzaba con la planeación de este texto, la meta era escribir acerca del amor a nuestrxs cuerpxs disidentes, pero han sido días complicados, esta vez no encontré esa mirada cálida y tierna para compartirla con ustedes.

Eso tampoco significa que haya dejado de amarme, pero bueno, eso ya lo explico más adelante en el texto, es sólo que esta vez me he posicionado desde una mirada diferente. Además, desde esta perspectiva también me he percatado de la cantidad de pornografía motivacional que existe y que romantiza el amor propio. ¡Qué fácil es amar tu cuerpo cuando encaja en los estándares eurocéntricos! Sin embargo, a la mayoría nos tocan cuerpxs disidentes y es un verdadero reto aprender a mirarnos desde otros ojos. Así que este texto lo dedico a eso, a las morras, morros y morres; que día con día luchamos un poco contra estos estándares, revolucionando la mirada que tenemos de nosotrxs mismxs.

Finalmente, para no hacer más preámbulo, les comento que este texto fue escrito desde la perspectiva de una mujer trans pre TRH (Terapia de Reemplazo Hormonal), que, además, tiene sus propias vivencias que forjan su mirada del mundo; es decir, no pretendo que este texto nos represente a todas, no porque personalmente no quiera hacerlo, las chicas que se identifiquen con este texto son libres de decirlo y compartirlo; pero tampoco niego que haya otras que no se sientan representadas con esto, y está bien porque todas somos diversas.

Sin más por el momento, les abrazo desde la ternura radical esperando que disfruten de estas letras. 


3 de marzo de 2022.

Querida disforia:

Han pasado algunas semanas desde que te sentí tan lúcidamente como estos días, y es gracioso porque pasan los meses y, aunque tú presencia no me es tan sorpresiva como las primeras veces, no dejas de ser incómoda.  

He escuchado que algunas dicen que con la terapia de reemplazo hormonal te esfumas, pero aún me da miedo pensar en eso, creo que uno de mis grandes miedos es ese, el temor al cambio, el temor a que las cosas no me gusten o me molesten más de lo que lo hacen las que ya me son cotidianas.

Sabes, antes pensaba que tú presencia era un síntoma de la falta de amor a mi cuerpo, pero sigo sintiendo amor por mí. Tal vez el amor propio sea como todos los amores; duelen, cuando las cosas no se sienten como queremos, duelen. También he escuchado a otras chicas que dicen que el cuerpo duele con la disforia, pero a mí no me duele, tal vez el dolor sea por lo que no hay, es el dolor de algo que no existe; y si bien no tengo que tener cadera ni senos para ser mujer, la cotidianidad patriarcal que presenta la encarnación de nuestras cuerpas desde el género impuesto como forma hegemónica de existir, nos presiona. 

No me molesta mi pene, ni mi pecho plano; tal vez sólo quiero un poco de cadera y unas piernas más grandes, pero, ¿de dónde surge ese deseo?, ¿es algo que genuinamente quiero? o ¿es la realidad presionandome a encajar en los estándares eurocéntricos de belleza? Creo que son esas cuestionantes las que más me cansan cuando me visitas, la incertidumbre de no saber si esto es lo que quiero.

Además, por estas fechas todo se hace más complejo, porque se acerca el 8 de marzo, el día en que todas estamos invitadas a salir a exigir justicia por nosotras y nuestras muertas; pero la prevalencia de los discursos de odio hacia nosotras se agudizan, ya no son sólo los comentarios en Facebook y el acoso callejero ejercido por hombres, ahora también son organizaciones colectivas que se posicionan a favor del odio y que desvirtúan el motivo de sus movimientos. Ya no se trata de que nos matan, ahora hay páginas que sólo se dedican a difundir odio contra nosotras, como si el borrado de mujeres no fuera por excelencia el feminicidio. Por estos días, no es solo lidiar con la disforia, también se trata de escuchar discursos que nos despersonalizan y que niegan nuestra existencia; y por más fuertes que seamos, o aunque sepamos que la motivación es el odio y lo que dicen no es real, las palabras duelen, se adhieren a nuestro cuerpo y las vemos cada que nos miramos al espejo.

Qué difícil es verse al espejo. Tal vez la disforia sea eso, el miedo a mirarnos tal como somos, y eso todxs lo sentimos, porque cada día nos descubrimos un poco más y a veces eso no es tan placentero. Tal vez la disforia sólo sea la patologización de algo que todxs sentimos, tal vez pensar en esto sólo nos exotiza aún más, nos hace ver cómo si fuéramos más diferentes de los que somos. Definitivamente son cosas que no puedo resolver, tal vez podría hacer una investigación profunda sobre ello para poder describirte y entenderte desde una mirada clínica, pero probablemente cuando termine ya no estés, o ya no te sientas igual. 

Tal vez sólo debo acostumbrarme a tu presencia mientras estés conmigo, diría que tomáramos un chocolate mientras reímos de la vida, pero la meta tampoco es romantizar tu existencia, tal vez sólo debo estar calmada mientras estás conmigo y cuando menos lo espere te habrás ido, o habrás transmutado en algo diferente. 

Creo que si algo tengo claro de tu presencia es que necesito un abrazo, tal vez sólo necesito cerrarme por unos días, tal vez necesito estar con mis amigas, tal vez necesito hablar con otras chicas al respecto. Son cosas que tendré que intentar y si mi mente está ocupada mientras encuentro una solución, tal vez no te sienta con tanto rigor.

Querida disforia, me despido aún sin entenderte, pero con el alma más calmada, quiero que sepas que te recibo como parte de mí, pero tampoco me agrada mucho tu presencia; espero algún día aprender a vivir juntas. 

Malintzin Chárraga.